miércoles, 16 de mayo de 2007

1.- Uno o dos meses de vida

Cuando tuve un cáncer terminal en 1975, me pronosticaron que me quedaban uno o dos meses de vida, y que el final podía llegar de repente, en cualquier momento, si tosía o estornudaba. Me encaré con una realidad donde cada día podía ser mi último día, cada hora mi última hora, y me di cuenta de que cualquiera que fuese el tiempo limitado que me quedase, quería ser feliz.

No tenía sentido vivir en un compromiso. Ya que cada comida era posiblemente la última que comiera, quería comer lo que me viniera en gana, comer lo que a mi cuerpo le apeteciese. No tenía sentido comer lo que no disfrutaba solamente por el hecho de que alguien pensase que sería saludable para mí. Reconocía sus intenciones de amor, pero sabía que no iban con mi forma de ser. Mi camino hacia la salud debía incluir un sentido de placer en todo lo que hacía, y tenía que ser coherente conmigo mismo, ser auténtico. Tenía que creer en el proceso de sanación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

esta de mas de interesante, gracias