viernes, 11 de mayo de 2007

Tener la Razón - ¿Vale la pena pelear por ella?

Este es el tema que esta de moda en las residencias Unión. :-)

¿Qué significa "tener la razón, y por qué tan a menudo entramos en conficto con otras personas tratando de defender nuestro "punto de vista? ¿Cuál es la manera correcta de proceder cuando la opinión de otros no nos satisface, o directamente se opone a la nuestra?

Los asuntos "opinables"

Lo primero que debes considerar antes de discutir con otra persona es si el tema es "opinable" o no. ¿Qué significa ésto? Un asunto opinable es aquél del cual no podemos decir jamás si es verdadero o falso, bueno o malo, mejor o peor. Los asuntos opinables dependen de la opinión de las personas, es decir, de sus puntos de vista personales, como por ejemplo, qué grupo de rock es mejor que otro, qué corte de pelo debe usarse este verano o qué país posee las mejores playas. Incluso cosas tan profundas como la existencia de Dios son opinables, porque no podemos aportar pruebas objetivas para demostrarlas.

Ya te habrás dado cuenta, leyendo lo anterior, que no vale la pena pelear por asuntos "opinables". Quien no piensa igual que tú tiene tus mismos derechos, y por lo tanto su opinión es digna del mismo respeto con que tú pretendes que se trate la tuya. Tú puedes pensar que tu punto de vista es mejor, más digno, más profundo o más verdadero que el del otro, pero eso no cambia las cosas. El otro puede pensar exactamente lo mismo.

¿Qué quiere quien pelea por un asunto opinable? Que le "den" la razón. Que otros admitan que la tiene. Que acepten su verdad personal como propia. Detrás de quien hace ésto siempre hay una intención autoritaria (deseo de imponerse a los otros), y paternalista (creerse mejor y superior a los otros). Seguramente tú no quieres ser uno de éstos, y de seguro preferirías que te den la razón porque has convencido a tu interlocutor, antes que porque le inspiras temor o un desmedido respeto. El problema es que con los asuntos opinables nadie tiene la razón. ¿Para qué pelear por ella, entonces?


Verdad y Mentira

Muy distinto es cuando se discute sobre hechos concretos o sobre datos de la realidad. Si una persona te dice que América es una provincia de España tú sabes, con total certeza, que está equivocada. En estos casos es legítimo que trates de explicarle al otro dónde está su error, y hasta que discutas un poco tratando de convencerlo. ¿Qué hacer si tu interlocutor no acepta tus argumentos y se empecina en su equivocación? Pelear no, por supuesto. Si ya sabes que tienes la razón, ¿qué sentido tiene entrar en conflicto? Lo que corresponde es que indiques al otro claramente cual es tu punto de vista, le señales algunas posibles fuentes objetivas de información donde se demuestra que tienes la razón (una enciclopedia, en este caso), y que luego te desentiendas. De allí en más es su problema, no el tuyo, si no quiere aceptar los hechos como son. Piensa un poco: ¿no es absurdo pelear cuando uno tiene la razón?

Pero hay una gran diferencia entre el error y la mentira. Cuando alguien trata de discutir apoyándose en errores voluntarios, esto es, diciendo falsedades con plena conciencia, estás en presencia de un mentiroso. Es difícil que logres convencer de algo a un mentiroso, porque se trata de alguien a quien no le importa la verdad. Lo mejor que puedes hacer en estos casos es poner en claro tu pensamiento, sin ofender ni agredir a nadie, y retirarte de la discusión.

Si la mentira, en cambio, se dirige a tí, es decir, si alguien dice cosa falsas sobre tu persona con ánimo de perjudicarte, es también inútil discutir demasiado. Muéstrate calmo, confiado en lo que has hecho y dicho, y de seguro las personas que escuchan te darán más crédito que al difamador. Si peleas por defender tu honor corres muchos riesgos. Si triunfas, puede que sea porque eres más grande o hábil que tu contrincante, lo cual no prueba que tengas razón. Si pierdes, ya sea porque te atinaron un golpe de suerte o porque era el otro el más poderoso, el caso es análogo al anterior. La mejor estrategia contra un difamador es mostrar una conducta ejemplar, tal que todos digan: "si está tan seguro de sí mismo, y es tan respetuoso de los otros, no puede ser un mentiroso él mismo, y por lo tanto el mentiroso deberá ser el otro".

Y si esto no da resultados, ten confianza, sé paciente, porque la mentira siempre tiene patas cortas, y a la larga o a la corta el mentiroso comete un error y se pone en evidencia.

Recuerda siempre:
  • Si hubieras nacido en otro país lo amarías tal como ahora haces con el tuyo,
  • Si hubieras nacido en otro lugar tu religión sería otra, y creerías en ella con la misma fuerza con que ahora crees en la tuya,
  • Si hubieras nacido del sexo opuesto, o de una raza diferente, o bajo otra cultura y costumbres, pensarías de un modo muy distinto, y lo que hoy te resulta extraño e incomprensible te aparecería como natural,
  • Los insultos no te convierten en nada que no quieras ser. No eres lo que otros dicen que eres, sino lo que tú eres en realidad,
  • Las mentiras duran poco, porque para sostenerlas hacen falta más y más mentiras, hasta que finalmente todo se desmorona y aparece la verdad,
  • El honor y la razón son valores personales. No pretendas que los demás vivan de acuerdo a tus códigos, porque sin duda no te gustaría que los otros te impongan los suyos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Eso si es verdad... tienes la razón...

Ronald Hernandez dijo...

Lo se y por que lo se, no quiero argumentarla, jajajajajajaja!

M.A.M.E.R