miércoles, 14 de marzo de 2007

UN MUEBLE LLENO DE CAJONES.

Entró María casi arrastrándose. Miraba sólo el piso, con los hombros encorvados hacia
adelante. Juan se rió, y le dijo:
- Bueno, veamos qué te ha sucedido tan grave como para que hayas decidido ponerte
en semejante estado
- Es que he decidido terminar con Carlos. Me sorprende no haberme dado cuenta antes
de cómo era él en realidad.
- ¿Y cómo es en realidad?.
Y María empezó a relatar las particularidades de Carlos: que es "egoísta", que es
"hermético", que es "...", y siguió por un rato, hasta que Juan la interrumpió
para contarle un cuento.
Hace mucho tiempo existía una ciudad en la cual sus habitantes eran muebles. Sí,
en esa ciudad los seres tenían la forma de "muebles". Algunos parecían
Placards, otros Roperos, otros Mesitas de luz, otros eran Cómodas, otros Ficheros,
Eso sí, todos eran Muebles cargados de vida. Y esa vida se veía reflejada
en el contenido de sus cajones. En cada uno de ellos guardaban algo de su ser. Siendo
así era usual que cuando dos muebles se conocían por primera vez,
hicieran un dibujo del otro. Y a medida que iban abriendo cajones, fuesen poniendo
etiquetas indicando su contenido. Etiquetas como "desordenado"
, "superficial"
,
"amoroso", o "egoísta", eran muy comunes entre ellos.
Un día, un mueble llamado Hermeticus, uno de esos muebles que tienen la particularidad
de tener casi todos sus cajones cerrados con llave, iba por la calle
y se cruzó con un mueble del otro sexo. Era la primera vez que la veía y quedó deslumbrado
por su presencia. "¡Qué Mueble tan especial!" -se dijo-, y la
corrió como pudo hasta detenerla y arrinconarla en una esquina para decirle:
-Quiero conocerte, ¿quién eres?.
- Soy, como te darás cuenta una "Cómoda" -dijo ella ruborizándose- aunque en realidad
mi vida de cómoda no tiene demasiado - Seré cómoda para los demás,
pero incómoda para mí. Me llamo Lucecita. Pero hoy no puedo, mañana veremos. Es que
no sé, es que todo es tan pronto, que tengo otros compromisos.
Y así Lucecita desapareció por un tiempo de la vista de Herméticus. Pero el amor
todo lo une, y por eso quizás la mano de un Hada los guió, y al poco tiempo
se reencontraron.
Fue esa vez que Herméticus le dio las llaves de algunos de sus cajones, y de este
modo, poco a poco y con mucho amor, cada uno fue abriendo cajones del
otro y maravillándose con lo que encontraban hasta que se fueron a vivir juntos.
- ¿Cómo una Cómoda tan delicada puede estar con este ser que nunca se sabe qué contiene?
Se preguntaban los otros muebles de la ciudad
Así siguieron pasando los años, mientras ellos, gracias a la magia del amor, sacaban
lo mejor de sí. Y a su vez ponían cosas en los cajones del otro, cosas
que lo enriquecían, para luego compartir felices el contenido.
Hasta que un día, uno de ellos empezó a abrir los cajones equivocados en el otro,
al rato estaban los dos abriendo cajones equivocados. Entonces empezaron
a encontrar en ellos cosas vulgares.
La situación se tornó insostenible y al poco tiempo se separaron.
Juan, dejó de hablar y se quedó mirando las lágrimas de María que caían fluidamente
por su rostro.
Luego la joven agregó con bronca:
- Está bien. Puede ser que yo esté viendo sólo cajones feos, pero no me vas a negar
que Carlos tiene un montón de esos cajones feos.
- La realidad es que gracias al amor, cuando lo conociste sólo pudiste ver algunos
cajones, los que eran hermosos para ti, contestó Juan, no pudiste ver
el mueble entero. En realidad es muy difícil ver al otro, con todos sus cajones.
- ¿Y entonces qué puedo hacer? -preguntó María.
- Para comenzar deja de quejarte de Carlos, y de seguir abriendo sus peores cajones.
Supongamos que, dejando la bronca de lado, sientes que en ti a quedado
algo del amor que se tuvieron. Entonces decidieses conocerlo en su totalidad. Redescubrirlo,
pues Carlos es esto y aquello. Él está formado por los cajones
lindos, los neutros y los feos, y no lo puedes definir por la suma de los adjetivos
que pusiste en cada cajón.
Recuerda que la vida humana se caracteriza por la imperfección. No hay personas con
todos los cajones lindos. Eso no existe. Sólo hay seres humanos. Seres
humanos que por amor son capaces de entregarse para lograr la tan buscada compatibilidad
y estabilidad con su pareja.

1 comentario:

Unknown dijo...

Si conociéramos a los demás como nos conocemos a nosotros mismos, sus acciones más reprochables nos parecerían dignas de indulgencia. (André Maurois)